27 enero 2009

Indefenso

Indefenso

En muchas ocasiones a lo largo de mi vida me he sentido indefenso. Es quizás el dolor más agudo que una persona puede conocer, basado en la frustración y la rabia inútil. El pinchazo de una espada en el brazo del soldado en combate no puede compararse con la angustia del prisionero cuando escucha el chasquido del látigo. Incluso si el látigo no azota el cuerpo del prisionero indefenso, sin duda provoca una profunda herida en su alma.

Todos somos prisioneros en un momento u otro de nuestras vidas, prisioneros de nosotros mismos o de las expectativas de aquellos que nos rodean. Es una carga que soportamos todos, que todos odiamos y que muy pocos consiguen eludir. Me considero afortunado a este respecto, porque mi vida ha seguido una trayectoria de continua mejora. Si se tiene en cuenta que se inició en Menzoberranzan, sometida a la implacable vigilancia de las sumas sacerdotisas de la malvada reina araña, supongo que mi situación sólo podía mejorar.

En mi obcecamiento juvenil, creí que podría valerme solo, que tenía la fuerza suficiente para conquistar a los enemigos con la espada y los principios. La arrogancia me convenció de que la voluntad era bastante para superar la indefensión. Reconozco que fue una idea errónea, porque, cuando rememoro aquellos años, veo claramente que casi nunca estuve solo y casi nunca tuve que estar solo. Siempre hubo amigos, leales y queridos, que me dieron apoyo incluso cuando creía que no lo necesitaba, e incluso cuando no me daba cuenta.

Éstos fueron los compañeros que justificaron mis principios, que me dieron fuerzas para luchar contra cualquier enemigo, real o imaginario. Éstos fueron los compañeros que lucharon contra la indefensión, la rabia y la frustración.

Éstos fueron los compañeros que me dieron la vida.

DRIZZT DO'URDEN
Extracto sacado de El Elfo Oscuro. El Exilio. Por R.A. Salvatore

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